miércoles, 17 de agosto de 2016

TODA UNA VIDA... en la radio.

Toda una vida.


A todas las personas que nombro en este libro, las he sentido que es una forma de querer, de admirar, de amar. Y a las personas que has amado jamás las puedes olvidar.


A mis hijas Silvia, Patricia, Rocío... y a la Radio, mi cuarta hija, por el tiempo de vida que le dediqué y por lo que la quise. La Radio, el beso de mis labios, que la oyes por dentro, aunque yo esté tan lejos...



Dedicado solo a esas personas que conocí y me hicieron feliz...
Cuando era pequeño, en casa, junto a mi madre, escuché cientos de veces en la vieja radio y en la voz de Antonio Machín, la letra de ese bolero que es la mejor declaración de amor que se conoce:
"Toda una vida me estaría contigo. No me importa en qué forma, ni cómo, ni dónde, pero junto a ti".

A quien suscribe un día le bautizaron, pero nunca tuve padrino. A mi padre, que me podía haber echado una mano en eso de la informática, un día le di el disgusto de cambiarme de carrera para hacer periodismo por culpa de ese "boquita de piñón" que revolucionaba las noches de la radio con el deporte, José María García. Y como soy muy futbolero, sí recuerdo con un cariño imborrable a aquellas personas de la profesión que me dieron el pase para que me luciera y en algún caso y metiera gol:
Pedro Javier Cáceres, crítico taurino (solo un hombre como él, me pudo dar la alternativa).
José Villegas, COPE.
Mi amigo Ricardo Galeote, COPE y después director general de RADIO INTERECONTINENTAL. El mejor vendedor de publicidad que he conocido.
Valentín Sebastián Pardos, COPE, el primer director general de la cadena.
Ramón Barba, COPE.
Manuel Román, SEMANA.
Gabriel Campos, RTVE y CANAL 24 HORAS.
José Frade, CANAL 7 TV.
Fulgencio Sánchez Díaz, RADIO ESPAÑA.
Paco Vela, RADIO ESPAÑA.
Marcial Zazo, COPE MADRID 2.
Matías Varas, RADIO INTER (gracias a él, regresé a mi casa de toda la vida).
Diego Martínez Perán, vicepresidente del GRUPO INTERECONOMÍA, que me quiere a veces como un padre y otras como un amigo.
Y mi socio, mi amigo, mi "hermano mayor" Juan Sánchez Morales. Juntos montamos una productora e hicimos mil anuncios de radio y televisión. El hacía un cliente y yo le daba la idea de la campaña... y la voz. De estar tantos años juntos, salieron anuncios que todavía hoy se escuchan en todas las cadenas: "Los Fernández son... muy amables", entre otros.


Me hubiera gustado cantar, pero esa gracia no me la dio el cielo.
Luego, con los años, me di cuenta que hacer el amor y hacer radio, era lo más grande que me podía suceder. Ni un club, ni un bar de moda, ni un Casino, solo en la radio te puedes encontrar con personas, personajes, estrellas de cine, ilustrados, ignorantes, millonarios, gente que anda a la cuarta pregunta, políticos, hombres públicos -que no es lo mismo-, oradores, charlatanes, gente de bien y gentuza, los que tienen palabra aunque no sepan hablar y al contrario, divertidos y aburridos, en definitiva gentes de cien mil raleas. Un día con el estudio lleno de gente, le dije a un amigo "ya no caben más personas...". Y me contestó: "yo no veo ninguna".
Ni la colonia, ni el dinero, ni la fama, ni siquiera ver como dan de comer a los pajaritos, te aseguran que estás frente a un gran ser humano. Igual que las grandes empresas hacen selección de personal, para este viaje debes ponerte muchas veces las gafas para ver a quien tienes de frente.
Este oficio te permite conocer en solo cinco minutos a una persona, fíjense en una entrevista...
En este libro, señalo anécdotas y sucedidos con aquellos que fue un placer descubrirlos.
Guardo en el corazón el recuerdo imborrable de los que ya no están y siento un placer infinito cuando rozo a los que todavía están a mi lado después de tantos años.



Palabras.
Somos el único animal que las utiliza.
A mí me sirvieron para ganarme la vida.
Con ellas se vive mejor, se ama, se odia, se saluda a los demás, se entiende uno con la gente, se puede conseguir la libertad, se convence, se vende hasta el cariño verdadero, se consigue lo inimaginable, se transmiten sentimientos y se dice adiós sin utilizar el pañuelo.
Pero solo tres palabras podrían cambiar el mundo: perdón, gracias y por favor.
Las pronunciamos poco, por eso nos va tan mal.
Esas tres palabras y la serototonina obran milagros. Dormimos mejor, tenemos más ganas de hacer cosas, nos enfadamos menos y hasta nos fijamos especialmente en alguien. Quizás por eso me dice la doctora Marisa Navarro que "necesitamos serotonina en cantidades industriales".

Mientras tanto la mayoría existe, respira y transita, porque vivir es mucho más. Mi hija Rocío me dio una lección cuando un día me recordó que "por encima de todo, aquí hemos venido para ser felices".
Solo una cosa debería estar prohibido aparte de matar, arruinar con malas palabras los buenos momentos de la vida. Como me dijo alguien una vez "si dañas, aunque luego el tiempo lo borre, queda una cicatriz". Tenías razón, Venecia.

No deja de ser triste que solo una persona de cada diez reconoce ser muy feliz.
Mi amigo Jesús Seligrat, académico, abogado especialista en derecho matrimonial, mujerista que no mujeriego, cada 4 de julio, fecha de mi cumpleaños, me repite con insistencia: "que un año más sigas haciendo lo que quieres...". Sí, eres feliz cuando dices lo que quieres decir, haces lo que quieres hacer y estás con quien quieres estar, aunque resulte obvio recordarlo.

Nos pasamos la vida haciendo buenos propósitos que casi nunca conseguimos, y así va pasando el tiempo... Me contaron una vez en Japón que cuando los ejecutivos de las grandes multinacionales cumplen los cincuenta, ya no reivindican más sueldo sino más días libres, más tiempo.
A partir del 6, el tiempo cobra aún más valor. Igual que cuando comes en exceso necesitas un depurativo, cuando vives muchas experiencias sueles tener un poso de tristezas acumuladas, de fracasos, de cuentas pendientes sin resolver, de dudas sin despejar, como un reflujo amargo que va del alma al cerebro cuando menos te lo esperas. El corazón acumula durante TODA UNA VIDA tantas deudas... Hacerse mayor tiene estas cosas. Yo nunca me separé de ese niño que todos llevamos dentro, quizás como salvavidas al cual agarrarme en momentos de desesperación. Porque un niño simplifica las cosas y siempre sabe lo que quiere. No se si será verdad eso de que el 6 es el número del demonio. Sí reconozco que te cambia el paso, tu forma de ser, tu forma de entender la vida y hasta tu forma de elegir lo que más deseas, aunque lo que más deseas suele estar detrás del miedo.

La verdad es que solo he tenido miedo a la muerte, aunque eso me avergüence por ser creyente.
Y también, en los últimos tiempos, miedo a que unos locos con carnet, como algunos políticos, elijan por ti tu futuro. En España, ya en democracia, nos gobernaron durante muchos años los que tenían un brillante historial académico, los del 9; luego llegaron los del aprobado y desde hace un tiempo, por desgracia, nos representan quienes han ido poco a clase.. y se nota. Sin pasar por alto a ignorantes, populistas, demagogos y demócratas de pacotilla que solo están dispuestos a cumplir las leyes que legislan ellos. Sin olvidar el olor fétido que despiden los que "se lo llevan, muerto". ¡Qué paisanaje!. Con razón me decía mi padre que "España sería un paraíso, si lo cogieran los alemanes".
En Islandia juzgaron a un Primer Ministro solo por haberlo hecho mal y haber endeudado al país. Que cunda el ejemplo.

Pero no hay que perder ni la moral, ni el optimismo. Si un buen libro entretiene las neuronas, una inyección de realismo diaria, te prepara para enfrentarte a todo.
Hay dos cosas que te hacen vivir muchas aventuras, las redes sociales o el ejercicio del periodismo.
La vida es el mayor espectáculo, y el periodismo te permite estar en la primera fila del patio de butacas. Y que nunca falte el amor... Me decía mi madre, "pero por qué te enamoras con tanta facilidad... no seas tonto". Siempre pensé lo contrario, que irte de este mundo sin haberte enamorado es una gran desgracia. Amar. Notar que se te pone un nudo en la garganta, sentir la calma de unos brazos, el placer del tacto que deseas, besar esa boca donde se suicidan los besos.

Aunque el amor puede dejar marcas. A Josep María Francas, un día le pregunté en la radio, por su condición de biólogo, a qué animal temía más, y me contestó "a una mala mujer".
Quizás nadie sabe amar y odiar como una mujer. Reconozco que yo tuve suerte en este sentido y puedo decir con orgullo que todas las mujeres  que pasaron por mi vida dejaron un recuerdo inolvidable, excepto alguna historia que ya está en el pozo del olvido. Alguien me dijo que "nunca te arrepientas de lo que has hecho porque si lo hiciste es porque lo sentías así en aquel momento cuando sucedió". No se deja de amar nunca, solo que el sentimiento puede estar dormido.

Los hombres dan amor para conseguir sexo y algunas mujeres hacen lo contrario. También muchas mujeres buscan la posesión, y que yo sepa nadie va al Registro de la Propiedad cuando está enamorado. A nadie le pueden pedir que diga lo que no siente, y que haga lo que no quiere hacer. El amor es deseo, no obligación, pero no siempre se entiende así. El peligro de estar bien con todo el mundo, es que termines mal contigo.
Se confunden los que piensan que solo se divorcian los que no se quieren. No, hay personas que se quieren pero son incompatibles. "Tanto que nos quisimos, pero nunca nos entendimos...", dije una vez. Gerardo Sanjurjo siempre dice que "intentarlo por segunda vez, es como ver grabado en la tele un partido de fútbol del que ya sabes el resultado". Aún así hay que arriesgar en eso del amor, sin olvidar que cuando llega el día de celebrarlo, ella va de blanco y el de negro, por algo será.

Sin embargo, en el amor no valen las reglas, ni la ciencia aplicada, ni siquiera los manuales de psicología. Contra todo pronostico y a veces contra nuestra voluntad, nos seguimos enamorando. Leí a Juan Manuel de Prada la mejor síntesis de ese momento glorioso que llamamos amor: "En el flechazo, son casi trescientas las sustancias químicas que el organismo libera -aparte de la bilirrubina que canta el dominicano Juan Luis Guerra-. La glándula del timo que favorece el crecimiento de los huesos y el desarrollo de las gónadas, empieza a segregar timina como una descosida, sustancia que atempera los berrinches y estimula el buen humor. La méduda suprarrenal, a su vez, reprime la producción de cortisol, la hormona responsable del estrés. El hígado libera grandes dosis de glucosa que actúan como un bálsamo sobre nuestro cansancio muscular. Los glóbulos blancos que desfilan por nuestra sangre empiezan a moverse con un mayor ajetreo, aumentando la presión de la sangre. Y el cerebro se revoluciona y empieza a emitir ácido glutámico y feniletilamina a granel, neurotransmisores que nos instalan en un estado de nirvana, a la vez que envía a la médula espinal grandes contingentes de adrenalina y endorfinas que nos hacen incluso insensibles al dolor. O sea, que hasta el cerebro con planta de hombre serio cuando toma decisiones, se pone hecho un flan cuando nos enamoramos. Y encima te ríes, sin venir a cuento. Esa risa que suele ser la distancia más corta entre dos seres. La verdad es que todo esto contado así,  no puede ser malo. Ya lo decían los romanos, "omnia vincit amor", siempre triunfa el amor.

Y si al amor le sucede la desdicha, solo por lo que has sentido, ha merecido la pena. En "Sinuhe El Egipcio", como me recordaban en casa, lo vimos claramente. Del amor al desamor interesado, solo hay un instante. Como cuando el mar se enfada y alza la voz con olas de seis metros, el aire se convierte en huracán, la Tierra se odia a sí misma y hasta se quiere suicidar echando por la boca de sus volcanes todo lo que le sobra dentro. Y todo en un instante, como cuando ya no hay amor.

La historia nos enseña que en el desamor no son culpables los que se quieren. Las terceras personas siempre han jugado un papel relevante en los amores rotos. Lo contó maravillosamente Mercedes Salisachs en su libro "Goodbye España", explicando a la vez uno de los momentos decisivos para este país, como fue el exilio del rey Alfonso XIII, un hombre apasionado, demócrata y liberal, rodeado de gente que amaba la dictadura en todos los sentidos. En ese apasionante relato, habla de la reina Victoria Eugenia. El pueblo la amaba, pero la nobleza compuesta por gente muy conservadora y provinciana, la detestaban por guapa, por extranjera y por culta. La envidia siempre fue el pecado nacional. Los acontecimientos del país provocaron que él sin hacer las maletas marchara hacia el destierro y por razones de seguridad ella hacia Biarritz. Aunque los enamoramientos del rey duraban poco, de Victoria Eugenia sí estaba enamorado. Todo se rompió por España, pero lo que no sabía el monarca es que las diferencias de los españoles iban más allá de la monarquía.

De cualquier modo, todo depende de cómo se cuente. El periodismo es contar cosas y publicar la verdad, lo que pasa es que en estos tiempos cada periódico y cada radio publican verdades que ente sí no se parecen en nada. Mi reconocimiento al hablar de esta profesión maldita y a la vez maravillosa, a quienes me "engancharon" y despertaron mi vocación: Manuel Martín Ferrand, por su forma de decir y de escribir; Pepe Domingo Castaño por su forma de hacer la publicidad en la radio (los que celebran ahora mis cuñas y anuncios que sepan que todo empezó fijándome en él, y él sabe que digo lo que siento y que le adoro) y José María García, por su particular forma de denunciar porque el periodismo es ventilar y poner las cosas en su sitio. Se habla de "los grandes de la radio", pero solo dos han sido fenómenos sociológicos, Encarna Sánchez y el "Butanito". Sin micrófono, los sentabas en un taburete en la calle y a los cinco minutos se arremolinaba la gente a escucharles.

Y como el periodismo es contar cosas, no todo el mundo acepta de buen grado lo que cuentas, aunque solo sea una opinión y sin faltar al buen gusto y a la educación.
En cuarenta años de profesión nunca tuve una palabra más alta que otra, ni visité ningún juzgado por querellas o difamaciones, y eso que en los años en los que trabajé en la revista "Semana", hablar de los líos de los artistas era pisar terreno pantanoso. Todo lo contrario, siempre cerraba las noches de Madrid al lado de mi fotógrafo Rafa López en la discoteca "Bocaccio" y toda la farándula que se tomaba la última copa en aquel local de moda, me quería de una forma especial. La diferencia es que en aquella época, los artistas eran las estrellas del cine o las figuras del teatro, y los cantantes eran ídolos para mucha gente.  Ahora, los famosos solo lo son porque salen en la caja tonta o porque son hijos de alguien. Sin embargo, con Lina Morgan sí me tuve que retractar en una ocasión. Solo comenté en mi programa de las mañanas de Radio España que era un gran actriz cómica, que tenía al público metido en el bolsillo, pero que su humor me parecían gracias de pueblo y chistes fáciles. Las quejas no tardaron en llegar al despacho del que entonces era mi director, una bellísima persona enemiga de los líos, dimes y diretes, Fulgencio Sánchez y mi radio me invitó a desdecirme, aunque tampoco me importó tanto porque en el fondo pensaba que tenía mucho mérito lo que hacía cada tarde en La Latina. Todos lamentos su agonía que empezó siendo hospitalizada en el Hospital Beata María en noviembre de 2013 por una neumonía severa que se fue agravando poco a poco hasta que le llegó la muerte, precedida de una etapa de oscurantismo y silencio sobre la estrella de la revista. Acostumbraba a decir con gracia "de dinero nada, yo joyas y bien guardadas por si vienen otra vez los rojos...".


De rojos y de nacionales el que me habló en muchas ocasiones fue don Ramón Serrano Súñer.
Le llamaban el "cuñadísimo" al estar casado con doña Cita, hermana de doña Carmen Polo, esposa del Caudillo.
Ricardo Galeote, un lince de la publicidad, que había sido mi jefe en COPE Madrid, acababa de ser nombrado Director General de la radio de la calle Modesto Lafuente, 42, la vieja Radio Intercontinental y me llevó a su lado como responsable de programación y locutor de "Las mañanas de la Inter", para darle una vuelta a la emisora y buscar nuevos incentivos económicos, ya que don Ramón llevaba algunos meses poniendo de su pecunio particular para pagar a los empleados. La radio tenía en aquel entonces una nómina cargada de glorias de esta profesión, envidia de la competencia: Ángel de Echenique, Fernando Forner, José Luis Montero, Alvaro Luis y su "Caliente y Frío", Ernesto Lacalle, José Luis Jiménez, Manolo Gómez, Pilar Gasset, María Elena Domenech, la voz más bella que jamás he escuchado en un micrófono. Me cabe el orgullo de haber compartido antena a su lado muchos años. Yo hablaba bien, pero María Elena me enseñó a decir, a hacer a esas pausas tan necesarias, a ponerle un acento romántico cuando la ocasión lo merecía. Nadie como ella sabe expresar los sentimientos con una tímida inflexión de voz... Como decía mi tío Luis "si María Elena lee la guía telefónica, te parece un poema de amor".
Cuando don Ramón llegaba a la emisora en aquel Mercedes que todos decían que se lo había regalado el mismísimo Hitler, muchas personas murmuraban al ver bajar  de ese vehículo negro con pinta de coche oficial, a un anciano que años atrás había sido el hombre más decisivo en el Régimen, después de Franco claro está. Sus ojos azules ya no provocaban el rubor de las damas, pero su impecable figura provocaba admiración a su paso. Después de despachar algunos asuntos de la emisora, siempre le escuché con atención aquellos sucedidos de la reciente historia de nuestro país, en la que él fue una figura capital. Creo que escuché al menos diez versiones de la famosa entrevista de Hendaya, y siempre sentenciaba, pese a lo publicado por otros, que "Franco jamás hizo esperar a Hitler. Hitler en aquel momento era el amo de Europa y nadie se hubiera atrevido a hacer algo así".

Como el amo de las plazas de toros en España y en México fue durante mucho tiempo, un torero sin alma pero con mucho arte: Manolete. Lo del alma es porque era más serio que un ajo.
Los periodistas estamos obligados a saberlo todo, aunque no lo hayamos vivido; pero en el caso de Manolete me contó alguna historia, el gran Tico Medina.
Me llamó Tico por teléfono para decirme lo mucho que estaba sufriendo de dolores por un herpes.
- Te veo en la tele mucho Emilio Javier, entrevistando a médicos. No sabrías de alguien...
Le dije, maestro, tu que eres muy taurino, te voy a recomendar a alguien que te va a poner las banderillas... Me refería a mi gran amigo y especialista en acupuntura el Dr. Khang, un fenómeno que incluso había tratado al Papa Juan Pablo II. Su pasión son las palomas mensajeras (en su finca de Santander, tiene más de cien), y quitar el dolor a quien anda angustiado. Porque como digo yo tantas veces en la radio, "con dolores, no se puede vivir". Por cierto, el Dr. Khang siempre me insiste en que "la acupuntura, no es un cuento chino".
Como Tico es un buen conversador, me contó una anécdota de Manuel Rodriguez "Manolete", de uno de sus libros. A Tico no se le pregunta, solo se le da pie. Como le dijo un día Di Stefano a Gento, "che, no te compliques, cortita y al pie, que ya te la tiraré yo para que corras la banda...".
Y me dio a entender Tico que "Cuando Islero le quitó la vida, el maestro no tenía esa tarde quizás la cabeza en su sitio. En un quite por chicuelinas, dejaba al morlaco en terrenos del picador, cara a cara con el caballo. En cuanto a la fama de serio, no era pa´ tanto. También se corría sus juergas entre amigos. En esas lides, Gitanillo de Triana era de los de confianza. Eran los momentos del amor tormentoso con Lupe".
- ¿El amor de su vida?, le pregunté.
- "El amor de su vida fue doña Angustias, su madre. La que un día llegó a decir que cuando llegaba a casa le olía como una perra, para saber de dónde venía...".
Cuando escuchas a Tico Medina, te dan ganas de sentarte de culo y con la boca abierta, como hacen los niños cuando un mayor les cuenta algo interesante.

Pero si escuchar se convierte en placer, solo puedes regalarle a tus oídos una de esas voces que solo algunos ángeles que bajaron a la tierra las poseen. Mis preferidos Luciano Pavarotti, Plácido Domingo y el canario Alfredo Kraus. Si alguna vez quieren "escaparse", apaguen la luz y escuchen "Caruso"...
Hubo muchas ausencias, demasiadas, en el funeral de Luciano. Plácido Domingo estaba en Los Ángeles, Carreras al parecer en Karlstad, Suecia... El último deseo del actor Macello Mastroianni fue que estuvieran todas sus mujeres para despedirle, y en el caso de Luciano se especuló mucho si la madre de sus hijos aguantaría la mirada de su rival, la guapa Nicoletta, pero estuvieron las dos, como exigen los principios y el saber estar.
Solo entrevisté, como reportero, a pie de función, una vez a Pavarotti. El tenor pidió un vaso de agua y se la sirvieron con hielo, lo que le hizo llamar la atención hacia la persona que la sirvió. Y a renglón seguido, me comentó: "Si yo ahora me fumara un puro, quizás podría cantar después, pero si me tomo un vaso de agua helada puede que ni en una semana...".

Tendrá otros vicios, pero al que nunca vi fumar fue a Rappel.
Alguien dijo que los videntes son los profetas del siglo XXI. Espero que no se referirán a algún cara dura que saca el dinero de la buena gente ignorante en esos programas basura de la televisión nocturna. Con lo dignos que se ponen los políticos y ninguno ha querido legislar sobre esos contenidos. Pero todavía hay gente que se chupa el dedo...
Lo de Rappel es otra historia. Lo que te dice a veces se cumple y a veces no, pero sabe tratar el misterio de las cosas, con esa gracia que hace que cualquiera a su lado se sienta bien y se lo pase bien. Y por creer... Nosotros, aunque no se lo crean, nos inventamos a Rappel. Estábamos en Radio España y su director, don Fulgencio, me pidió que hiciera doblete, mañana y tarde, porque se iba Andrés Caparrós a otro proyecto. A Caparrós siempre le tendré en el corazón, aunque nunca subrayamos nuestra amistad con un proyecto común de radio. Solo Pepe Domingo y el, cuentan y cantan. Pero volvamos a la historia que nos ocupa. Al tener que hacer la mañana y la tarde, me inventé un espacio de tarde en el que yo solo repartía juego: cada media hora se iban turnando especialistas para atender por teléfono preguntas de los oyentes. Un grafólogo, José Javier Simón, la abogada Lys Santos, la psicóloga Irena Álvarez, el abogado especialista en derecho matrimonial Jesús Seligrat... pero Paco Vela, jefe de programas de la emisora, como siempre con un talento especial, me dijo un día que tenía el broche de oro para el magazine: Rappel.
Rappel en aquel entonces era sastre, estaba casado con Luisa y era padre de tres hijos. El éxito fue arrollador. Un día se presentó la policía en los viejos estudios de la calle Manuel Silvela, 9 para ver qué estaba pasando con tanta gente que se agolpaba a las puertas de la radio esperando la salida de Rappel. Más tarde le ficharía la SER y hasta salía en el programa de Iñaki Gabilondo. En Marbella armó el taco con la jet y todas las señoras rodeándole para conocer infidelidades de sus maridos y fecha de sus primeras "arrugas". Yo siempre le saludo llamándole Rafa, y un buen día en un semáforo de la calle de Alcalá, me contó deprisa y corriendo que llevaba tiempo en Italia triunfando en el programa de Rafaella Carrá.
La falta de fe, principios y valores, ha arrimado a muchas personas a videntes, adivinos, brujas y chamanes como tabla de salvación. Yo de ese mundo solo recuerdo con afecto a Lourdes Cifuentes que te miraba la mano con gracia andaluza, a Octavio Aceves por lo educado que es, a Rappel porque siempre será un crack y un espectáculo verle y a Lola Flores diciéndote el porvenir con la bola de cristal.

Algunos puestos exigen verlo claro, anticiparse a los hechos y aunque no seas vidente, ser evidente.
Este país pasa de la calidad, del buen gusto y de la inteligencia demasiado a menudo. Puntúa más tener amigos y una falda corta que la inteligencia, el poder de convocatoria y la experiencia. Vivimos un tiempo contradictorio donde hablan los tartajas en la radio y las feos-as acaparan los programas de televisión. Solo así se entiende que un talento como el de Pedro Ruiz esté en casa y tenga que montar un espectáculo cada vez que quiere ganar un duro. Pedro tiene ideas, respuesta para todo y suelta verdades, cosa que no gusta a los que están arriba de la pirámide.
"Yo de mayor quiero ser menor. Intentar siempre ser feliz, y cuando llegue el momento casarse con voluntad y si es necesario divorciarse con urgencia porque después de esta vida, no quedan muchas oportunidades". No puede tener sitio en la tele una persona como Pedro Ruiz, cuando los platós se parecen más a una casquería que pone a la venta todos los despojos del ser humano. Yo nunca tuve de adolescente en mi cuarto la foto del Che, ni de los Rolling Stones, pero sí pondría ahora una buena foto con marco de este tipo insobornable.

Hablando de fotos, tengo que buscar un marco de esos tan bonitos y plateados que venden en el Zara Home para meter dentro a dos tipos a los que quiero desde hace muchos años, Antonio Jiménez y Carlos Herrera. Con el primero, estudiaba después de clase porque los dos fuimos compañeros en ese edifício gris tan moderno y tan feo que levantaron como Facultad de Ciencias de la Información en la Complutense de Madrid. Solíamos reunirnos en la casa de Pedro Pablo Gutierrez, otro fuera de serie que se nos fue a Vigo a vivir y al que por eso perdimos la pista. Nadie como Pedro para tocar la guitarra y "pelear hembras" como dice Serrat. Luego tuvo la suerte de casarse con la maravillosa Cristina, prima de la Encarni por más señas, la madre de mis hijas. Con ellos la conocí y con los años vinieron al mundo mi mejor obra: Silvia, Patricia y Rocío. Qué acento más marcado tenía mi Antonio. Un día, leyendo en voz alta, como si estuviéramos haciendo un Telediario, le dije: "Antoñito, coño, no se te entiende un pijo... Vaya acento que tienes. Te vas a tener que dedicar a escribir en un periódico...". Las vueltas que da la vida. Algunos vaticinios fallan estrepitosamente. No es cariño de amigo, pero Antonio Jiménez hoy en día es uno de los más grandes comunicadores de la radio y de la tele. No le veía ni el gato, y al poco tiempo consiguió en Intereconomía TV tener una de las mayores audiencias con su espacio debate "El gato al agua", programa que terminó llevándose a 13 TV con el nombre de "El cascabel al gato". Alto y grande, en todos los sentidos. Pero no te tiñas más el pelo, Antonio... que ya has triunfado y las señoras te van a querer lo mismo.
Al otro, también parece que le han regado por las noches. Lo que ha ganado el Herrera desde que se ha quitado el bigote. Cuando sustituía a Luis del Olmo en COPE de vez en cuando, en un viaje me dijo: "Tu y yo, tenemos que triunfar. Es cuestión de tiempo". La verdad es que yo grabo mejor las cuñas, pero en todo lo demás me ganas Carlitos. Que ya tienes más fans que el Julio Iglesias. Estaba ya en la Inter haciendo "Las mañanas de la Inter" y mi técnico Andrés Lozano, me dice: "Tienes al teléfono a Carlos Herrera. Falta un minuto para el informativo, así que ponte...".
- Carlitos, dime...
- Solo dos palabras, -con acento de Despeñaperros pa´ abajo- "hijo puta".
- ¿Y éso...?
- Estoy bajando por la carretera de la Coruña. Llevo 50 minutos escuchándote y no has puesto ni un disco, todo publicidad...
Cuando fichó por Onda Cero se le acercó mi Encarna y le dijo: "Te quiero porque eres de Almería, de mi tierra,  y por la gracia que tienes". Más que gracia, tiene esa fina ironía que la deja caer por la comisura de los labios. Y ya sabe: más vale caer en gracia que ser gracioso. Ahora le "explotan" en la COPE -a la que ha vuelto- con siete horas de radio en directo, y en verano a "hacer polígonos". Eso solo se consigue cuando vas a mesa puesta, y tu -como Arzak en sus guisos- solo das el toque maestro.
No contesta ni un whatsApp porque no he visto a nadie con la agenda tan pillada: la radio, alternar por Sevilla, retransmitir el paso del Gran Poder y contar cómo llora la Macarena, luego la Feria, después el Roció, una turné por los restaurantes de toda España donde no paga en ninguno de ellos, los toros, un ratito de siesta y cuando la ocasión lo merece, un puro. Precisamente las alimañas de ETA casi se lo llevan por delante metiéndole una bomba en una caja de puros que le mandaron como regalito. En España hay grandes periodistas, y en la radio más. Pero a eso de las diez, cuando ya se han dado todas las noticias, cuando ya está el pescado vendido, hay  que reirse un poco y meterte en los pliegues de la piel de la gente, y en eso Carlos es un artista.

Artista y bellezón, la mexicana Thalía.
Quizás fui el primer locutor de radio que la entrevistó nada más llegar a España. La trajeron directamente del aeropuerto de Barajas a los viejos estudios de Radio Intercontinental, en la calle Modesto Lafuente, 42 de Madrid. Cuando le di el primer beso de saludo, comprendí enseguida que mi sex syombol ya no era Sharon Stone. Su belleza no estaba desfigurada por el cansancio propio del viaje y su cuerpo, aunque iba con una camiseta ancha y unos vaqueros usados, hacia adivinar unas formas irrepetibles. La canción de promoción era "Equivocada" y aunque presumía de ser un poco autobiográfica con los pecados propios del éxito, yo a esa cara siempre la hubiera perdonado. En aquel entonces se casó con un maduro millonario. ¡Qué tendrán los yates, los deportivos y el dinero que atraen tanto...!. Thalía, solo dos palabras: "te recuerdo".

Los artistas, los cantantes, los locutores de radio -se lo escuché al argentino Alberto Domper cuando era director de Radio Intercontinental, son gente especial por eso hacen lo que hacen. De momento, no suelen tener jefe y su vida y lo que hacen tiene otro ancho. Eso también se lo escuché a El Gran  Wyoming. Hacer casi siempre lo que te da la gana, infunde carácter y otro prisma de la vida. Primamos el concepto de calidad de vida, pero vivir bien tiene otra lectura más apasionante que muchas veces se aleja de lo recto y lo cabal. Lo de que vivir en pecado es más divertido... Hablando de pecados, a Domper le gustaba mucho ir al hipódromo y reconocía en voz baja "mi problema son los caballos lentos y las mujeres rápidas". Bueno, siempre he pensado que hay que ser indulgente con los pecados que comete el corazón...

Una frase me persigue desde que tengo uso de razón y la recuerdo en el micrófono, la felicidad depende de estar donde quieras estar y con los que quieras estar. De pequeños nos conformamos con hacer siempre lo que más nos divierte. Qué feliz fui en aquellas tardes interminables de verano jugando con mi fuerte de americanos e indios y el caballo pinto de Cochisse, el "Scalextric", la arquitectura "Lego"o con las chapas viviendo un partido de fútbol con porterías de cartón que tenían las mallas de las bolsas de patatas y cuando un vulgar garbanzo se convertía fruto de la imaginación en un balón de reglamento...

CONTINUARÁ...